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Entre las cosas que hemos aprendido desde que apareció el Covid-19 en China y después de lo que vimos en Italia y España fue de la muerte, esa que sin importar las circunstancias siempre es algo que con dificultad entendemos y que se complica, aun más, si llega en medio de personas desconocidas, y en otros casos, en completa soledad.
Peor si ella va acompañada, o al contrario, se vive sin la posibilidad de despedirse, de sentirse rodeado por la familia, en medio de desconocidos sin rostro y sin un abrazo, una agarrada de mano, una caricia en la frente o un beso, así es sin duda más complicada, y ahí sí, menos que estamos preparados.
Hace una semana conocimos la historia del primer médico en Colombia que murió por Covid-19, Carlos Fabián Nieto, que a pesar de haberse auto aislado en casa, cuando su condición de salud empeoró tuvo que dejar a su esposa y dos hijos y manejar solo hasta el hospital.
Ni la esposa ni los hijos, de cuatro y un año, volvieron a ver al doctor Nieto Rojas, y los padres aterrizaron en Bogotá cuando ya había fallecido. Según contó Daniel Coronell, el carro del doctor continuaba estacionado en el lugar donde lo dejó.
Y es que ni cuerpo, ni pertenencias, solo una caja con cenizas es lo que reciben quienes tienen familiares que fallecen con diagnostico confirmado o con sospechas de tener el virus.
También la semana anterior se conoció la historia de un médico en México, que tenía entre sus pacientes a un señor contagiado de Covid-19, y que al ver el deterioro e inminente desenlace transcribió dos mensajes del paciente, uno para su esposa y otro para sus hijos.
Y es que quienes reciben tratamiento en un hospital permanecen aislados, médicos y enfermeras deben entrar con trajes en los que no se reconocen, parecen astronautas. Tanto que en China algunos optaron por pegar una foto en la parte exterior de los trajes de protección, para que los pacientes supieran quién los trataba.
En el reporte del 27 de abril del virus en Colombia, el Ministerio de Salud tenía 5.597 casos confirmados, de ellos 1.210 pacientes recuperados y 253 personas fallecidas. Al menos uno de los pacientes que falleció tuvo la posibilidad de despedirse de su familia, y es que a pesar de las continuas críticas al sistema y a la supuesta insensibilidad del personal de salud, el Covid-19 nos ha llevado a que las IPS piensen hasta en cómo ayudar a que los pacientes que irremediablemente morirán puedan tener algo del sentido más humano de la medicina.
Por ejemplo, en la IPS Universitaria, clínica León XIII de Medellín tienen una tableta dedicada exclusivamente para utilizar con los pacientes de Coronavirus. En medio de la inevitable sensibilidad, empatía y solidaridad la tableta fue la herramienta por la que un hombre de 74 años pudo despedirse, seguro ni para él ni para su familia fue como quisieron, pero al menos tuvieron la oportunidad, además de reconocer que quienes lo acompañaban están conectados con los sentimientos.
Es fácil entender que no estamos preparados para que un día alguna de las personas que amamos se vaya y no podamos tener ni un ritual de despedida, esos que son tan diversos como el número de creencias, pero que son parte del duelo personal que cada uno de nosotros hace.